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Marca un número sin cifras, a nadie,
en una cabina mental donde la línea está siempre ocupada.
Su mirada no pide, su voz se ha cortado,
todo queda en silencio, sin respuesta.

Su mano agarra el auricular como un salvavidas,
pero el mar está en ella.
Habla sin voz,
busca un eco en el ruido blanco del ego.

No es una crisis…
es un nacimiento al revés.
Y a veces, para encontrarse,
para amarse con conciencia,
hay que colgar.

Un desprendimiento suave. Es necesario.

Es como si el alma tuviera que salir por los poros. No es por el aliento.
No ha perdido el norte,
simplemente lo ha invertido.

El espejo ya no tiene sentido. Sin embargo, entra en él.

Se entra en silencio en un recuerdo olvidado.

¿Quién soy, aquí, justo antes de volcarme…?